diumenge, 25 de març del 2012

Uf! Rebietes...

Aquesta setmana, a hora de berenar se m'ha presentat un petit problema: una rabieta.

Anava a ajudar a en L. a menjar, ja que estava una mica nerviós i semblava que una ajuda li aniria bé. Però m’ha fet que NO un parell de vegades amb el cap i s’ha posat a plorar, sense jo saber què li passava ja que moltes vegades els nadons diuen que no, però s'ho acaben menjant.
Intentant mantenir la calma, ja que la mestra em deixa intervenir bastant, li demano què li passa, què necessita per estar bé, però ell plora tan fort que no em sent. La tutora m’ha ofert una galeta, ja que diu que quan en menja es sol calmar bastant, però avui no ha estat el cas; he provat també amb el xumet, però res; li he demanat si no tenia gana, però no em feia mostres de cap tipus. Com de cada vegada cridava més jo ja pensava que era millor treure’l de la cadira de menjar i asseure’l al terra fins que es calmés una mica, a la vegada que li manifestava el meu malestar (en el sentit d'impotència) i el fet de jo no poder-lo ajudar si mostrava aquella conducta.

 
Evidentment era una rabieta i quan s’ha calmat sol, la tutora s’ha apropat a ell, l’ha toca i li ha dit que això no ho fan, que jo li havia ofert tot allò que podia necessitar i ell no ha rebutjat tot.

Com haguéssiu actuat voltros? Jo em vaig quedar sense recursos, però vaig fer bé deixant-lo al terra i esperar que es calmés sol?

Laura Gutman, al seu blog ens fa una petita explicació:
Las rabietas
Imaginemos una escena: Una mujer espera ansiosa a su marido, deseosa y necesitada de que su esposo la abrace y converse con ella. Pero sabe que este hombre no suele ser afectuoso corporalmente. Por lo tanto hace ya mucho tiempo que la mujer en cuestión no se lo pide, aunque crece su frustración, enojo y soledad. Cuando el marido le solicita algo, por ejemplo, que le traiga un café a la cama; ésta estalla a través de gritos llenos de rencor y desesperación.

Imaginemos que este hombre solicita una consulta médica porque su mujer hace rabietas sin motivos. O que se junta con sus amigos para contarles que su mujer está loca y que hace rabietas a repetición y no hay forma de hacerla entrar en razones. ¿Nos resulta graciosa la imagen? ¿Tal vez algo ridícula?

Ahora traslademos por un instante esta situación imaginada a la realidad emocional de un niño pequeño. Un niño cualquiera que no sabe cómo pedir lo que necesita, porque lo ha intentado con magros resultados. Ha pedido brazos, mirada, o sencillamente presencia. Pero se le ha hecho saber que su pedido era desmedido o fuera de lugar.

Ese niño a veces enloquece en su desesperación por satisfacer alguna necesidad básica, posiblemente no comprendida por el adulto. Entonces grita, hace berrinches, da patadas, se tira al suelo, llora, se tapa los oídos, tose, vomita; en fin, nos ofrece un espectáculo atroz, sobre todo cuando nos sucede en la fila para entrar a ver un espectáculo de títeres, o durante un almuerzo familiar con tíos, suegros y padrinos como testigos. No es necesario aclarar que nos inunda una imperiosa necesidad de desaparecer de la faz de la tierra en ese preciso instante. Y si fuera posible, también devolveríamos a ese niñito no sabemos bien dónde ni a quién.

Hasta aquí, todas las madres y los padres sabemos de qué estamos hablando. ¿Qué hacer? Tenemos dos opciones:

Uno) Ponernos de acuerdo entre los adultos, asegurando que los niños están imposibles, que las rabietas se les pasarán cuando crezcan y que lo mejor es no darles importancia; o

Dos) Interesarnos en comprender qué le pasa al niño. Para esta última decisión, será menester “rebobinar la película”, y averiguar especialmente qué le estuvo pasando al niño ANTES de la famosa y estruendosa rabieta.
En la mayoría de los casos, hubo pedidos genuinos, respecto a la necesidad de ser mirados, a los pedidos de introspección, de desaceleración de ritmos familiares, a la necesidad de contacto, de escucha, de acercamiento a sus mundos internos. Claro, que todo esto pertenece al universo sutil de los sentimientos, que en principio es “invisible a los ojos”.
El problema es que cuando los adultos no logramos reconocer con sencillez y sentido lógico una necesidad personal, tampoco podemos comprender la necesidad específica del otro, y menos aún si está formulada en el plano equivocado. Generalmente, sin darnos cuenta, pedimos lo que creemos que será escuchado y no lo que realmente necesitamos. A este fenómeno tan frecuente y utilizado por todos nosotros, lo llamaremos “pedido desplazado”.  Así las cosas, si sé de antemano que una necesidad no tiene posibilidades de ser escuchada, la voy a expresar a través de otro deseo “escuchable”. Pero así es como se instala el malentendido.

En relación a los niños esta situación es tan corriente que la vida cotidiana se convierte en “un campo de batalla”. Levantarse para ir a la escuela, comer, bañarse, ir de compras,  hacer la tarea,  llegar o irse de algún lugar, ir a un restaurante en familia, todo parece ser “una lucha” no se sabe muy bien contra quién. Y hemos encontrado un rótulo muy de moda aplicable a casi cualquier situación: “a este niño le faltan límites”, “es un niño caprichoso” o “con sus rabietas no conseguirá nada bueno”.

Si nos enfrascamos en estas creencias, es poco lo que podremos hacer para ayudar al niño a expresarse y encausar su necesidad hacia una resolución posible y para que los adultos podamos compartir momentos felices con los niños, fuera del estrés de quedar atrapados en el circuito de las imparables rabietas.
Para ello, puede resultarnos muy útil ponernos en el lugar de los niños. Imaginarnos en sus cuerpos  y en su confusión, en la imposibilidad de comunicar lo que genuinamente les pasa ya que frecuentemente piden “lo que puede ser escuchado”, por lo tanto, los adultos no logramos llegar hasta la necesidad real.

Esto no significa que los adultos tenemos la obligación de “hacer todo lo que al niño se le antoje”  ni responder ciegamente a pedidos incomprensibles. Lo que sí tenemos la obligación de hacer, es enterarnos. Ayudarlo a comprender qué necesita. Conversar. Dialogar. Transmitir al niño lo que a nosotros, los adultos, también nos pasa. Y darnos cuenta que tenemos que llegar a algún tipo de acuerdo donde los deseos de unos y otros puedan coexistir.

Si somos capaces de generar espacios de intercambio con el niño pequeño, constataremos que las rabietas desaparecerán. Porque el niño se sentirá escuchado y tenido en cuenta, independientemente si “eso” que deseaba podrá ser o no satisfecho. La prioridad reside en haber sido comprendido por el adulto amado. Dentro de esa relación abierta, de confianza y diálogo, el niño puede pedir lo que quiera, también puede recibir un “no” explicado con sencillez, relacionado con la capacidad o limitación del adulto. De ese modo todos accedemos y compartimos la realidad emocional de todos. Nadie queda excluido. Y ya no será imprescindible comprar un caramelo o vestirse a tiempo. Ninguna situación exigente para el niño devendrá imposible de asumir, porque el niño no estará solo. Sabrá que haga lo que haga, o necesite lo que necesite,  los padres estarán cerca para comprenderlo, y encontrar juntos maneras posibles de satisfacerlo.

Esta manera de encarar el “problema de las rabietas” trae consigo otra ventaja: los niños podrán acceder a la realidad de los adultos, interesándose por sus padres y haciendo esfuerzos por comprender el mundo de las personas grandes. Esto les amplía la percepción del mundo, se vuelven niños curiosos y deseosos de saber más, comprender más, y de participar en el intercambio emocional.

3 comentaris:

  1. Ay Eri!!! jo les he testat avui!!! gràcies per compartir aquest article de na Laura G. Ja t'aniré contant com evoluciona la cosa, perque mi pitu si que se que vol, el problema es que no el pot tenir tot el temps, ES EL MEU DIT!!!. Vol agafar-se per caminar, tot i que ja ho fa tota sola, però si no s'agafa al dit no se sent segura. Estic pensant la manera d'explicar-li, si qualcú te alguna idea... SOS!!!

    ResponElimina
  2. uff... saps què estic aprenent jo? Que ells han de ser conscients que no poden tenir tot el que volen quan ells volen i han d'aprendre a superar els obstables per ells sols...
    el meu nen necessita molt l'adult i cada vegada que l'amollem, es posa a plorar i jo no interpreto aquest plorar com una cosa negativa perquè ell està bé i té tot el que necessita, per tant el que nosaltres fem és recordar-li que estem al seu costat, que no ens hem marxat i que si ens necessita, que ens cerqui... Al cap d'una estona de plorar, ja atura... al principi ho veia fatal perquè pensava que ell amb el plor t'estava demanant el que necessitava, però ara ho veig d'una altra manera (segons el context i les característiques del nen, clar), que es pensa que plorant aconsegueix allò que vol a la primera, i no és així, ha d'aprendre a fer les coses solet també... nosé si t'ajuda de res la meva reflexió... ja me contaràs :)

    ResponElimina
  3. Xurri!!! Come stai?
    Trob molt interessant que haguis compartit aquest fet que t'ha passat, jo crec que cada dia també me passen coses com aquestes. Gràcies per penjar l'article aquest és molt interessant.
    Sobre les rabietes, jo sent tanta importència quan no me fan gens de cas alguns infants, i tot és perquè me veuen nova, potser no me mostr segura i aprofiten per no fer-me gens de cas, sincerament me torn "loca" i me desesper perquè pens quan sigui mestra com ho fare? me creuran els infants? Mira que els hi explic les coses, el perquè, intent no fer-ho de manera autoritària, els consol quan ho necessiten , jug amb ells, però a la hora de dir-los-hi alguna cosa enserio, passen de jo! El pitjor és que als pocs segons ve la mestra els hi diu una paraula i es "transformen". A vegades arriben a feru nes rabietes que no sé que fer... però de tot ens enriquim!!! mil besitos xurri!!!

    ResponElimina

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...